Las pérdidas deberían hacer las veces de vacunas, y convertirse el dolor de la ausencia, en una suerte de memoria inmunitaria. Una amarga aunque estimulante memoria que nos azuce a no perder el tiempo, a que nos deleitemos con el presente, el inmediato. Una memoria que nos recuerde a cada segundo que hay que tomar conciencia de lo que se tiene, y detenerse a saborearlo, dulcemente, sin necesidad de perderlo.
viernes, 25 de febrero de 2011
Memoria inmunitaria
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