martes, 9 de noviembre de 2010

Triángulo





Éramos una trinidad generacional de la hostia.

Siempre lo pensé.

Pero así funciona esto, de un golpe y con un ruido sordo, crujió la tercera pata, y lo envió todo al traste.

Las reglas de tres pierden todo sentido, como también las vivarachas discusiones a tres voces.

No se puede localizar un punto en un plano si falta una referencia, quizá por eso en ocasiones me pierdo desde que somos sólo dos.

La Tercera, la experiencia, la Vida , aquella que nos igualaba como sus dos hijas ingenuas, ella, no consiguió estirar las horas hasta la mañana siguiente.

Se acabó el triangulo con sabor a arroz con pollo y carácter de tarde de domingo.

No más leche con cola cao a la hora de la costura, ni discusiones sobre el qué dirá la gente.

Fin del terceto de generaciones, en el que en ocasiones saltábamos una en un juego de alianzas.

No he dejado de creer que, de haber nacido en esa humilde Andalucía de los años 30, hubiera sido ella. Hubieran sido mis manos de espartera , las que rascasen su espalda de terciopelo.

Una trinca, son tres de una misma clase.

Nosotras, nosotras éramos una sola.