Es una chica de acero y papel de arroz. Transmite y comunica dulzura a través de sus manos, tanta, que igual en ocasiones se olvida de guardarse algo para ella misma.
Sus ojos son cristalinos, y si uno se detiene a observar, llegará hasta los rinconcitos más hondos, y no descubrirá en ellos más que bondad y sensibilidad.
En ella todo es buena intención y disposición. Es bailar sin preocuparse, es imaginar y soñar.
La he conocido en todas sus variantes, y en todas subsiste su esencia, pura y límpida.
Ella es todo esto, y esto es lo que realmente la configura.
Cuando veo vídeos a cámara lenta, siempre pienso que no sólo existe lo que nosotros podemos ver con nuestros propios ojos, pues hay otras mil realidades ocultas en suspiros de segundo, imágenes que duran milésimas, pero no por ello no existen... es entonces cuando me pregunto qué otras cosas existirán y todavía no hemos descubierto artilugios para poder verlas...
Empieza el periódico por el final. Lo haría de abajo arriba, si pudiera. Tal vez por eso decidió aprender árabe. Por eso y porque le incomoda viajar a un lugar del que desconoce la lengua, última compuerta tras aduanas y puertas de embarque.
Es defensora de detalles, lunares en la espalda y vive a medio camino, unas veces mas allá, otras más acá, entre la racionalidad más palpable y las quimeras - palabra que descubrió hace poco-.
Después de tejer toda una filosofía alrededor de su silencio, comenzó a hablar, y ahora tiene siempre palabras listas para ser escuchadas en su bolsillo, y música swing en el estuche.
Sonríe entre montañas de libros, acuarelas, fotos y fotogramas.
No le gustan las preguntas tipo test.
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