Es agrio y es dulce.
Comprobé el otro día que al fin mis ojos - y mis gafas - se han acostumbrado a mirar por el lado más amable o, al menos, el más soportable.
Al principio, se trataba más de forzar la sonrisa frente al espejo, y dejar caer el aliento por la garganta a la primera de cambio.
Luego. Luego se fue integrando en los hábitos de mis neuronas.
Ahora, sonrío , aunque a veces pienso haberme pasado con la dosis de anestesia.
Es dulce y es agrio.
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